domingo, 29 de marzo de 2015

ENFERMEDAD RENAL CRÓNICA. Una problema, muchos implicados.

La enfermedad renal crónica se define como  la alteración función renal determinada por disminución en la tasa de filtración glomerular por un tiempo mayor a 3 meses. También se menciona la alteración estructural renal (inclusive histológica), que comprometa la función; en este caso no necesariamente debe estar alterada la filtración glomureular, sino que puede presentarse hematuria y/o proteinuria. Con la finalidad de unificar criterios, desde el 2002, surge la Clasificación de la Kidney Disease Outcome Quality Initiative (K/DOQI), donde se estratifica en 5 estadios la enfermedad renal crónica según la tasa de filtración glomerular. Dicha clasificación ha sido sometida a revisiones, la última en 2012, donde cobra protagonismo la albuminuria como factor pronóstico en la progresión de la ERC.
                  
En adultos en general la primera causa es la diabetes, seguido de la hipertensión y las enfermedades glomerulares. Teniendo en cuenta la alta prevalencia de la diabetes y la hipertensión arterial en nuesto medio, ya nos damos cuenta la cantidad de pacientes que potencialmente pueden progresar a enfermedad renal crónica. Hay otras condiciones en la práctica clínica diaria que pueden impactar desfavorablemente la la función renal, que muchas veces pasan desapercibidas por los médicos, como lo son el uso de medicamentos antiinflamatorios, medicamentos herbales, estudios con medio de contraste y algunos antibióticos. De allí que se hace necesario que empecemos a asumir la enfermedad renal crónica como un problema que no sólo compete al nefrólogo o al médico internista. Por ejemplo, en un paciente sano los AINEs, muy pocas veces (<1%) afectan la función renal con ciclos cortos, pero este efecto se hace más notorio en las personas con función renal previa alterada, comorbilidades, edad avanzada y si se su uso es crónico.

Surge además la necesidad de no ser tan indiferentes con la medicamentos herbales, a muchos de los cuales se les ha atribuido poderes míticos; la asociación con compromiso renal se conoce desde la década de 1990 cuando en Bélgica se reportaron casos de fibrosis intersticial severa asociado con enfermedad renal avanzada, con el uso de regímenes para bajar de peso que incluían preparaciones con hierbas chinas (Stephania tetrandra y Magnolia officinalis) en 2 mujeres jóvenes previamente sanas. A veces los pacientes en la anamnesis nos informan que consumen medicamentos herbales, y ni siquiera nos preocupamos por indagar más al respecto ya que no nos parece tan importante para consignarlos en la casilla de medicamentos consumidos dentro de los antecedentes personales de la historia clínica.

Ahora bien, el propósito de esta reflexión va más allá de buscar culpables; lo que se busca es concientizar que todos podemos ser protagonistas en disminuir el impacto de la ERC, no viviendo de espaldas a ella, sino ser concientes en cada momento que el simple hecho de motivar a los pacientes a acudir a los controles de manera religiosa, alcanzar las metas terapéuticas, fomentar hábitos de vida saludable, conocer (así como la lista de categoría de medicamentos en las mujeres embarazadas) los medicamentos que se pueden prescribir sin restricción, los que representan un riesgo y los que definitivamente no formular según lo requiera el paciente. Nos damos cuenta entonces la importancia de la función de un médico que comprende la magnitud del problema y que está dispuesto a aportar un grano de arena, tomando medidas que quizá no puedan significar mucho, pero que generan un impacto en la progresión de la enfermedad. Sería como poner un ladrillo en una gran muralla que va a contener el avance de la ERC en la población, porque como podemos ver es un problema que nos compete a todos.

Anaya Taboada M