sábado, 24 de enero de 2015

LA EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE EN MEDICINA El diario vivir de un estudiante.

Por lo general la experiencia de aprendizaje de un estudiante de medicina en  el pregrado, sobre todo en los primeros semestres es en su mayoría (por no decir que en su totalidad), basada en clases magistrales a cargo del profesor quien se supone es la persona idónea en cuanto a conocimientos del área a enseñar, o en su defecto actividades de seminarios organizados por grupos de estudiantes, que en la mayoría de los casos se encargan de repartirse el tema y exponerlo al auditorio conformado por los compañeros estudiantes del curso, algunas veces con intervención del tutor para aclarar temas y situaciones en particular. Sin embargo en este tipo de actividades académicas el provecho obtenido es desigual, siendo de mayor aprovechamiento por las personas encargadas de dirigir el seminario y menos productivo que el resto de estudiantes. 

Cabe anotar que hay profesores con habilidades para transmitir la información, capaces de capturar la atención de los estudiantes, generando un interés por el tema en particular; pudiéramos decir, generan expectativas. Por el contrario, algunos profesores se encargan de apagar cualquier tipo de interés, y la clase sólo quedaba reducida a una especie de tortura china, con la imaginación de los estudiantes volando por las ventanas de las aulas; más interesante ver la lluvia caer que la terrible clase del “DOCTOR NO”.
Experiencia de algunos estudiantes de medicina.
Luego…. Por fín, inician las prácticas; sentimos el placer casi divino que produce colgarse una bata blanca y que de paso nos digan “DOCTORES”. Aquí las estrategias pedagógicas sufren una transformación (todos lo vivimos a pesar de que somos de diferentes programas, y de diferentes ciudades). Aquí viene el aprendizaje del antiguo modo hipocrático maestro discípulo, o discipulos… se respira ciencia por todos los pasillos del hospital. El tutor nos brinda la oportunidad de aprender, nos da a beber de su experiencia y sabiduría.  Sin embargo, aunque el entorno de aprendizaje es diferente a un aula de clase. Algo nuevo, capta toda nuestra atención. Todos los sentidos puestos a pruebas; es el momento de ver de que estamos hechos (si tenemos o no la vocación). El tutor emerge como una figura de admiración, el punto de referencia; sin embargo, como en los primeros semestres, en este ámbito también existen los “DOCTORES NO” que carecen de total interés en enseñar, o en este caso, en ser el punto de referencia para sus educandos.  Con esto podemos decir que para enseñar, hay que tener en cuenta no sólo el qué, sino también el cómo enseñamos (un problema de forma y de fondo). 

En postgrado, las cosas parten de un principio diferente a pregrado; ya somos médicos graduados, eso nos pone en una posición de evidente ventaja, teniendo en cuenta que ya hay un mayor grado de conocimiento y de experiencias (por no decir mañas adquiridas). Pero algo que sin duda marca la diferencia es que existe un interés per sé, en el área del conocimiento que hemos elegido seguir. 

Llegamos a la residencia elegida, con avidez de aprender, nada nos puede detener, sin importar que tengamos profesores idóneos en cuestiones de docencia o nuevamente los “DOCTORES NO” que nunca faltan (se ven hasta en las mejores familias). Otra difencia es el protagonismo del residente (para bien o para mal). El residente es “el dueño del paciente”; muchas decisiones que se toman durante la práctica derivan de los planteamientos del residente con iniciativa; quizás de allí provenga el aforismo “nada más peligroso que un R1 con iniciativa”. 

Volviendo a el estudiante de pregrado; en la clínica muchas veces asume un papel poco participativo en el ejercicio asistencial; casi pasa desapercibido, como un ente, muchas veces menospreciados, ya que creemos que sus aportes no tienen mayor trascendencia en la conducta que vamos a seguir; sin embargo, no todo es malo, por el contrario ese espacio le permite al estudiante aprender basándose en problemas clínicos, viendo como sus tutores se esfuerzan por encontrar el mejor final para cada caso en concreto. Esta situación lleva al estudiante a un mayor aprovechamiento,  aprender más de un caso en particular, generándose cuestionamientos de lo que se está haciendo; ¿es lo correcto?, ¿existen otras opciones de diagnóstico y de tratamiento?. En este contexto se genera un pensamiento crítico basado en la resolución de problemas, lo cual garantiza un aprendizaje significativo.

En este punto concluimos que el papel del docente tanto en pregrado como en posgrado, es crucial, ya que debe ser un generador de expectativas para el proceso de aprendizaje. Cautivar el interés de los estudiantes y direccionar las estrategias pedagógicas, involucrándolos en la generación del conocimiento.

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